La depresión es una complicación que puede aparecer tras dejar de fumar. Pero existen maneras para superarla sin caer de nuevo en la nicotina.
Realiza ejercicios de relajación y presta atención a tu respiración cuando quieras fumar. Platica con tus amigos y familiares sobre el reto de dejar de fumar. Toma líquidos, come caramelos, ingiere una fruta (una manzana de preferencia) cuando surja el deseo de un cigarro. El ademán de llevar un cigarrillo a la boca es muy difícil de borrar en el primer mes. Para eliminarlo mantén tus manos ocupadas con un lápiz o una pelota antiestrés.
Puedes prepararte para cuando llegue ese momento. Es importante mentalizarte, programar actividades para mantenerte ocupado, notificar tu decisión a las personas de tu entorno cercano, controlar el estrés mediante momentos de relajación y, en caso de recaída, volverlo a intentar.
En cuanto a los efectos negativos que pueden aparecer al principio, se encuentra el insomnio, la irritabilidad, la diarrea, el estreñimiento, la depresión y la bajada en las defensas que puede acarrear la aparición de cuadros de catarro con más frecuencia. Pero es importante recordar que estos son temporales y que los beneficios de dejar el tabaco son mayores.
Las personas que dejan de fumar de golpe en vez de dejar de fumar poco a poco la cantidad de cigarrillos por día tienen una mayor tasa de éxito.
La depresión es uno de los problemas más frecuentes cuando una persona decide dejar de fumar. Muchos estudios han encontrado una relación directa entre la depresión y el abandono de la nicotina. Los fumadores tienen una puntuación más alta en el test de depresión de Fagerström que los no fumadores. Podría jugar un papel importante la disminución de los niveles cerebrales de serotonina: esta sustancia química regula las emociones y sus niveles son bajos en las personas con patología depresiva. Este estado depresivo suele perdurar un mes en la mayoría de los exfumadores y no es muy grave.
Un 60 % de los fumadores que dejan de fumar pueden sentirse deprimidos o bajos de ánimo durante el primer mes. Este estado de ánimo no suele durar mucho ni ser muy severo. Algunas personas han comparado el hecho de abandonar el tabaco con el proceso de terminar una relación y lo viven como una auténtica pérdida. Para combatirlo puedes regalarte premios y hacer actividades que te produzcan placer para mejorar el estado de ánimo. La actividad física es una excelente opción.
La depresión también puede aparecer tiempo después. Aproximadamente, el 15 % de los fumadores tienen una depresión un año después de haber dejado el tabaco.
Durante este proceso, se presentan diferentes estados de ánimo que se conocen como síntomas de abstinencia. Además de la tristeza o depresión, se puede experimentar ansiedad, inquietud, problemas para dormir, más apetito, irritabilidad, intenso deseo por fumar, tensión, obstáculos para concentrarse, dolor de cabeza o frustración.
El síndrome de abstinencia es la consecuencia de la disminución de la nicotina en el organismo a un nivel al que el fumador no estaba habituado. En esta situación, el cerebro y especialmente sus receptores reclaman la dosis de nicotina. Nerviosismo, cólera, agresividad, agitación, imposibilidad de concentrarse, insomnio, ganas de picar y comer, tristeza, depresión, ansiedad son características del síndrome de abstinencia.
Dejar de fumar provoca un sufrimiento real que el fumador debe aprender a controlar. Estos síntomas son importantes desde el momento en que se deja de fumar. Después disminuyen rápidamente hasta desaparecer, en general, tras unas semanas. Las ganas de fumar pueden prolongarse durante varios meses, sobre todo, para los grandes fumadores.
Los sustitutos de nicotina y algunos medicamentos pueden ayudar a vencer los síntomas de la falta de nicotina.
Las dependencias psicológica y de comportamiento relacionadas con los hábitos también deben tomarse en cuenta. Un fumador se acostumbra a fumar un cigarrillo en ciertas circunstancias e instaura verdaderos ritos en su vida diaria. Dejar de fumar va acompañado de dificultades en retomar otros ritmos y de aprender a vivir sin el tabaco en situaciones en las que fumar se había convertido en un reflejo. Algunas semanas bastan para solventar este periodo delicado.
Las personas depresivas a menudo son fumadoras muy dependientes, ya que el tabaco provoca un efecto estimulante en el humor y oculta los síntomas de un estado depresivo subyacente. De hecho, a veces se constata la aparición de un estado depresivo unos meses después de haber dejado de fumar.
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