La tiroiditis de Hashimoto, también llamada tiroiditis crónica linfocitaria, es una enfermedad autoinmune que afecta más a las mujeres que a los hombres.
Las enfermedades autoinmunes aparecen cuando el organismo fabrica anticuerpos contra sus propias células. Este desajuste inmunitario es responsable de la acción de anticuerpos sobre ciertos órganos considerados como elementos extraños. Son también fabricados autoanticuerpos contra los propios tejidos del organismo. Una enfermedad autoinmune puede aparecer por ejemplo en el estómago en el caso de la enfermedad de Biermer o a nivel de la úvea y de la retina en el caso de una uveítis autoinmune o de una retinitis autoinmune. En la esclerosis múltiple (igualmente considerada como enfermedad autoinmune), el blanco de los ataques del sistema inmunitario contra sus propias células es la mielina que se estropea incluso se suprime por zonas, provocando placas de desmielinización, lo que origina lesiones del sistema nervioso.
En el caso de la tiroiditis de Hashimoto, la glándula tiroidea es afectada por las células del sistema inmunitario.
En el transcurso de una tiroiditis de Hashimoto, pueden aparecer manifestaciones que indican un hipotiroidismo, como una tumefacción situada en la cara anterior de la base del cuello, que presenta una consistencia gomosa dura, una disminución del ritmo cardíaco con un pulso lento, un espesamiento de la piel a nivel de la cara y del cuello, dando la apariencia de una cara abotargada y pálida, cambios bruscos de humor, dolores articulares, una disminución del tránsito intestinal, una disminución de la tensión arterial, un síndrome depresivo y una disminución de la actividad psíquica, así como un gran cansancio.
La tiroiditis de Hashimoto se asociada a menudo con otras enfermedades autoinmunes como la poliartritis reumatoide, por ejemplo.
Un análisis sanguíneo revela una disminución de la secreción de las hormonas tiroideas, T4 y T3, indicando el hipotiroidismo, así como un aumento del TSH, hormona que estimula la secreción de las hormonas tiroideas. Por otra parte, el aumento de la dosificación sanguínea de los anticuerpos dirigidos contra la tiroides, los anticuerpos anti-tiroperoxidasa (ATPO), confirma el diagnóstico.
La ecografía de la tiroides, asociada con un examen sanguíneo, es el primer examen radiológico simple y no invasivo sistemáticamente prescrito en caso de sospecha de una anomalía de la tiroides detectada durante la palpación de la glándula tiroidea. La ecografía puede revelar una glándula tiroidea hipoecogénica globulosa acompañada de una vascularización variable y heterogénea. No se recomienda la gammagrafia en la mayoría de los casos.
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