El prolapso del útero y de la vagina se produce por la relajación del aparato musculoesquelético de los órganos sexuales femeninos internos, especialmente de la musculatura del suelo pélvico. Esto hace que ambos órganos cambien de posición.
Suele aparecer una "sensación de presión" en la zona del bajo vientre y una "sensación de cuerpo extraño" en la vagina. A menudo aparecen también dolores en la zona del sacro tras realizar un esfuerzo físico. Estos dolores están causados por la tracción que ejerce el prolapso del útero y de la vagina en el aparato de suspensión. La incontinencia urinaria involuntaria aparece en aproximadamente la mitad de las pacientes y un aumento de la necesidad de orinar, aunque solo puedan eliminarse pequeñas cantidades de orina. La orina restante en la vejiga favorece las infecciones del tracto urinario. En aquellas mujeres que después de la menopausia suelen sufrir inflamaciones de la vagina y de la vejiga hay que descartar el prolapso del útero y de la vagina. En caso de prolapso de la pared vaginal posterior pueden producirse dificultades en la defecación por la presencia de un rectocele (prolapso del recto). Las consecuencias son el estreñimiento o una incómoda sensación de pesadez en el intestino. Cuando el prolapso del útero es importante, parcial o total a través de la vagina la abertura de la entrada de la vagina o la protrusión de partes de los órganos sexuales internos destruye la flora normal de la vagina. Esto puede modificar el flujo normal de la vagina y favorecer las infecciones vaginales (colpitis). También pueden formarse úlceras por presión en los órganos prolapsados, que en determinadas circunstancias provocan un flujo sanguinoliento.
Los ginecólogos son los que realizan el diagnóstico del prolapso del útero y de la vagina. Para ello realizan una exploración mediante palpación y visión con espéculo con la que evalúan el suelo pélvico y la posición de los genitales en reposo y con presión (maniobra de valsalva). El objetivo es determinar el alcance del prolapso del útero y de la vagina. En caso de prolapso, el útero ya se ha volteado hacia fuera o protruye con la presión. Adicionalmente se suele realizar una palpación rectal para esclarecer si existe prolapso de la pared vaginal posterior, y su consiguiente riesgo de rectocele. Se puede completar los estudios con un análisis de orina y una ecografía de la vejiga y de los riñones.