La E. coli (Escherichia coli) es una bacteria presente naturalmente en la flora intestinal. Aunque la mayoría de las cepas de esta bacteria no son peligrosas para la salud, algunas producen infecciones intestinales más o menos graves. En esta ficha encontrarás información sobre las cepas patógenas de E. coli, los síntomas de una infección y cómo se establece el diagnóstico.
La E. coli es una bacteria que compone el 80 % de la flora intestinal, donde está naturalmente presente. Impide que otras cepas de bacterias patógenas (causantes de enfermedades) colonicen la flora intestinal y participa en la producción de la vitamina k, que ayuda a la coagulación sanguínea.
Aunque la mayoría de las cepas de E. coli son inofensivas, algunas son patógenas.
Las siguientes cepas de E. coli pueden ser asociadas con diferentes patologías en el ser humano, como agentes patógenos: E. Coli de gastroenteritis infantiles, E. Coli enterotoxigénicas, E. Coli enteroinvasivas, E. Coli enteropatógenas, E. coli enterohemorragicas, E. coli enteroagregativas, E. coli de adhesión difusa y E. coli patógenas extraintestinales.
Las patologías asociadas a las cepas E. coli patógenas incluyen la infección urinaria, diarreas, gastroenteritis, infecciones urinarias, meningitis y septicemias.
E. coli 0157:H7 es una cepa altamente patógena de E. coli que produce una toxina que puede causar daños graves a las paredes del intestino, dañar los riñones o el cerebro. Esta cepa es potencialmente mortal.
En la mayoría de los casos, la transmisión se efectúa por ingestión de alimentos descompuestos, crudos o contaminados, sobre todo cuando la carne vacuna está cruda o insuficientemente cocida, en el caso de una carne contaminada por contacto con materias fecales; las frutas y verduras frescas en caso que sean lavadas con agua contaminada; los zumos (jugos) de fruta no pasterizados; y la leche cruda.
Otros modos de transmisión son las manos sucias llevadas a la boca y el agua contaminada por los desagües (por ejemplo: lagos, ríos).
La aparición de síntomas no es sistemática y depende de la cepa responsable. Se da entre 2 a 8 días después de la contaminación. Los síntomas son diarrea ligera o grave, calambres abdominales, presencia de sangre en las heces y fiebre ligera.
El diagnóstico tiene como base la evaluación clínica, que analiza las manifestaciones, síntomas de la enfermedad y el aspecto de las heces. También incluye un examen citobacterológico de orina, análisis sanguíneo completo (hemoglobina, hematocrito, recuento de plaquetas), determinación del nivel de electrólitos, de urea y de creatinina (afección renal) y hemocultivo en presencia de fiebre.
Es esencialmente sintomático y se busca reducir la deshidratación, particularmente en caso de diarrea severa. La administración de antibióticos no tiene lugar en el tratamiento de este tipo de infecciones.
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