La isquemia miocárdica silenciosa, llamada infarto de miocardio silencioso en las formas más graves, es una patología cardíaca que provoca un sufrimiento de las células miocárdicas (células del corazón) debido a una interrupción parcial o total de la circulación de una arteria que irriga el corazón, sin que la persona sienta ninguna molestia, ni dolor, ni otros síntomas. A menudo traduce un fallo en la propagación del influjo nervioso que permite sentir el dolor, es decir una neuropatía, o un aumento del umbral de percepción del dolor. Los peligros de esta afección están ligados, por supuesto, a su carácter asintomático: el enfermo no se dá cuenta de que lo padece mientras que una parte de sus células miocárdicas mueren. A menudo encontramos esta patología en las personas diabéticas, ya que la neuropatía es una de las complicaciones en la evolución de la diabetes y destruye una parte de ciertos nervios. De ahí que pueda aparecer una disminución o, incluso, una ausencia total de la sensación de dolor en la zona inervada por estos nervios: en este caso, los afectados son los nervios cardíacos.
La enfermedad es, por definición, asintomática. Por eso se describe como silenciosa. Pero aunque los síntomas están ausentes la enfermedad, a su vez, evoluciona. Puede conducir al infarto de miocardio ( necrosis rápida de las células cardíacas).
El diagnóstico se basa en la observación del electrocardiograma (registro de la actividad eléctrica del corazón) durante las pruebas específicas:
Es recomendable practicar uno de estos exámenes en ciertos tipos de personas, particularmente los diabéticos de cierta edad o los diabéticos de muchos años de evolución y portadores de otros factores de riesgos cardiovasculares como la hipertensión, un exceso de colesterol, el tabaco, la obesidad...
El tratamiento se basa en los mismos términos y condiciones que el de la clásica isquemia miocárdica y dependerá de los resultados de estas pruebas. Si no se ha hecho todavía, como ya se ha recomendado en los diabeticos, se debe dejar el tabaco, se debe seguir una dieta alimentaria bien equilibrada, deben ser tratadas otras patologías cardiovasculares como el exceso de colesterol o la hipertensión... El tratamiento, por lo general, implica un tratamiento quirúrgico para la revascularización de la zona lesionada del corazón, a veces con la colocación de un stent. Además, los medicamentos adecuados deben ser prescritos en la consulta. Es necesario un seguimiento regular.