La alergia al sol, también conocida como lucitis estival benigna en su forma más común, es una reacción alérgica en la piel provocada por los rayos ultravioletas del sol. Completamente benigna, generalmente se manifiesta en la primera exposición intensa al sol, y afecta principalmente a las mujeres (90%), especialmente entre los 15 y los 35 años.
Pequeños granos rojos o ampollas, acompañadas de picazón que aparecen pocas horas después de la exposición solar. Estas erupciones se encuentran en las áreas expuestas del cuerpo: hombros, brazos, piernas y escote. Las lesiones no aparecen sobre la cara. Los síntomas pueden persistir durante varios días y resurgen con cada nueva exposición al sol aunque tienden a desaparecer a medida que la piel se broncea. También hay otras formas menos comunes de alergia al sol, como la lucitis polimórfica (lesiones en la piel en forma de manchas rojas, incluso con exposiciones a luz solar de baja intensidad) o urticaria solar (erupciones cutáneas que aparecen rápidamente después de la exposición al sol, y luego desaparecen una vez que la persona se coloca a la sombra).
El diagnóstico de la alergia al sol se realiza mediante el examen de la piel por un médico o un dermatólogo; si es necesario se practicará el fototest (emisión de una pequeña cantidad de rayos ultravioleta en el hombro o en la espalda) que provocará la reacción de la piel a la luz solar.
La utilización de protectores solares y una exposición moderada y gradual al sol siguen siendo las mejores formas de evitar esta alergia desagradable y antiestética. Utilizar un buen filtro solar con factor de protección alto es también esencial. Por último, tomar suplementos dietéticos como beta-carotenos, asociados, por ejemplo al selenio o a la vitamina C y E, puede estar indicado para fortalecer la autoprotección de la piel.