El melanoma es una forma de cáncer de piel. Este tipo de cáncer se desarrolla a expensas de los melanocitos, las células que producen melanina y son las responsables de la coloración de la piel. El melanoma se distingue del nevus, que se forma también a partir de las células melanocitarias, pero que es benigno: son los llamados lunares. El melanoma puede aparecer a cualquier edad, aunque su aparición en niños es excepcional. La exposición solar (particularmente durante la infancia), los factores hereditarios, la existencia de numerosos nevus y las pieles claras son factores asociados con un mayor riesgo de padecer melanoma.
El melanoma se presenta como un lunar pero con algunas características específicas:
Estos criterios son fácilmente recordado por la regla ABCDE (Asimetría, Bordes, Color, Diámetro, Evolución).
El diagnóstico debe confirmar la presencia del melanoma e identificar el tipo y el estadío. Para ello, se realiza una biopsia de la lesión y se envía al anatomopatólogo (un médico especializado en el análisis de los tejidos); éste estudiará la muestra mediante el análisis de su composición celular, indicando la naturaleza de la lesión melanocítica. También medirá su espesor y su profundidad. Si el diagnóstico de melanoma se confirma y según el estadío evolutivo clasificado por el anatomopatólogo, se realizarán otros exámenes en busca de afectación de los ganglios o de otros órganos.
El tratamiento varía dependiendo del estadío del melanoma y de la salud general del paciente. Se realizará una cirugía para extirpar el melanoma, y posteriormente si es necesario una posible quimioterapia o inmunoterapia. Será necesario seguir unos controles de la piel de forma regular.
Para evitar la aparición de melanomas es esencial limitar la exposición al sol, especialmente cuando la piel es muy clara. Se recomienda el uso de un protector solar con un índice de protección elevado. En los pacientes en situación de riesgo, el paciente debe ir controlando sus lunares y si se modifican se recomienda acudir al médico.