El trastorno bipolar, antes llamado maníaco-depresivo, es un trastorno crónico del estado de ánimo que se manifiesta con fases alternantes de euforia, a veces delirantes, y fases de depresión . Se trata de una enfermedad psiquiátrica caracterizada por fluctuaciones significativas en el estado de ánimo. Estos estados, llevados al extremo, pueden producir delirios y alucinaciones, a veces incluso un comportamiento peligroso que podría conducir a la detención preventiva. La Organización Mundial de la Salud clasifica el trastorno bipolar entre las 10 enfermedades más discapacitantes.
Los síntomas del trastorno bipolar son los síntomas de la depresión y los del episodio maníaco que se producen de forma intermitente:
El trastorno bipolar se diagnostica gracias a una encuesta en la que el médico mide la duración de las fases de euforia y de los períodos de depresión. También se tendrá en cuenta la historia familiar y el entorno en el cual el paciente se desarrolla. El interrogatorio de su entorno nos aporta mucha información, el paciente bipolar es rara vez consciente de su trastorno.
Una vez diagnosticado, generalmente el tratamiento es necesario para toda la vida. Las moléculas más utilizadas son el litio, los neurolépticos y los medicamentos anti-epilépticos. Una psicoterapia acompañará al tratamiento medicamentoso, con el fin de controlar mejor los síntomas de la enfermedad y educar al paciente. Los episodios puntuales también deben ser tratados, los episodios depresivos se tratarán con un tratamiento antidepresivo, los episodios maníacos pueden requerir el aumento de las dosis de sales de litio.
El trastorno bipolar no se puede prevenir. Sin embargo, es posible controlar los episodios agudos. El paciente debe adoptar un estilo de vida saludable, con horarios regulares, evitar el estrés, el abuso de sustancias como el alcohol, canabis y drogas duras, durante su enfermedad y tratamiento. El entorno juega un papel muy importante.