La hepatitis C es una enfermedad causada por un virus que causa daños a nivel del hígado. La hepatitis C (VHC) se transmite principalmente a través de la sangre, mediante el uso de equipos contaminados, por lo que los toxicómanos son los más expuestos. La enfermedad también puede transmitirse de una madre a su hijo. La transmisión sexual es excepcional. Inicialmente asintomática, la enfermedad puede curarse espontáneamente en aproximadamente el 30% de los casos, o volverse crónica y causar hepatitis crónica, que a su vez puede conducir a una cirrosis o cáncer de hígado.
El paciente puede no presentar síntomas en el momento de la contaminación: es lo más frecuente. Por esta razón muchas personas están infectadas sin saberlo. La infección puede, sin embargo, manifestarse por:
Otras formas menos habituales se pueden manifestar.
Después de la infección, 3 personas de cada 10 por término medio se curan y 7 de cada 10 desarrollan una infección crónica. Esta puede ser asintomática, pero ser descubierta por los síntomas clínicos de una hepatitis crónica o de sus complicaciones, a saber cirrosis o carcinoma hepatocelular.
El diagnóstico a menudo se descubre por casualidad. Se sospecha cuando se encuentran los enzimas hepáticas aumentados en un análisis de sangre. El diagnóstico de certeza se hace a través de la serología, que permite poner de relieve la presencia de anticuerpos anti-VHC. Otras pruebas, tales como el método conocido como PCR, permite en caso de positividad afirmar una forma activa de la enfermedad. Cabe señalar que cualquier infección identificada por el virus de la hepatitis C debe hacer buscar una infección por el VIH, virus del SIDA.
En caso de hepatitis viral C aguda identificada, la utilización de un tratamiento antiviral habitualmente impedirá la evolución de la enfermedad hacia la cronicidad. Para este tratamiento se utiliza interferón alfa tres veces a la semana durante varios meses.
En caso de hepatitis crónica C, el tratamiento se basa en la vacunación inicial contra la hepatitis B, dejar de fumar y el consumo de alcohol. Dependiendo de muchos factores considerados por el especialista, la combinación de interferón alfa y un fármaco antiviral, la ribavirina, es el tratamiento estándar.
Para protegerse contra la hepatitis C, es importante la utilización de jeringas desechables a nivel médico. También para los toxicómanos, lo que reduce la transmisión del virus.
Las transfusiones de sangre se llevan a cabo bajo condiciones de seguridad sanitaria, para evitar la propagación de este tipo de infección.