La vasculitis es un término que designa la inflamación de las paredes de los vasos sanguíneos. Principalmente, se debe a enfermedades autoinmunes, es decir, patologías generadas por la agresión de anticuerpos de las propias células del organismo, en estos casos se habla de vasculitis sistémica. En ocasiones raras, puede ser resultado de infecciones o causas indeterminadas, como la enfermedad de Kawasaki, que afecta principalmente a los niños. Hay varios tipos de vasculitis, como la púrpura reumatoide, la granulomatosis de Wegener y el síndrome de Churg-Strauss, entre otros.
Los síntomas de la vasculitis dependen de qué tipo de vaso sanguíneo es afectado y su localización. En general, se pueden manifestar síntomas como fiebre; lesiones cutáneas de tipo púrpura, principalmente en las extremidades inferiores; púrpura reumatoide (manchas de color rojo, una señal que indica un derrame de sangre de los vasos subcutáneos); dolor muscular; trastornos digestivos; dolor en las articulaciones; alteraciones en las vías urinarias por afectación renal; y trastornos respiratorios, como el asma en el síndrome de Churg-Strauss. Todos estos signos no tienen porqué ir asociados y se pueden encontrar en otras enfermedades, por lo que a veces es difícil determinar este diagnóstico.
El diagnóstico de la vasculitis, como se ha mencionado, es muy difícil de determinar. A través del análisis de sangre se pueden confirmar ciertos tipos de vasculitis que muestran la presencia de anticuerpos específicos. Una multitud de anomalías son posibles y orientan hacia una u otra vasculitis. El diagnóstico se establece a veces frente al ataque de un órgano y el análisis de este último.
En general, se prescriben medicamentos a base de cortisona y sus derivados para detener la inflamación. Los inmunosupresores se utilizan a menudo para inhibir el sistema inmunológico defectuoso.
Foto: © p_saranya – Shutterstock.com