Una convulsión se presenta como espasmos involuntarios de un músculo, de un grupo de músculos o del conjunto de los músculos de todo el cuerpo. Las convulsiones pueden ser debidas a un trastorno neurológico por afectación de un área del cerebro o de la médula espinal, de origen tóxico o sincopal, (desmayo de origen cardíaco). Se distinguen las crisis convulsivas tónicas, donde los músculos están muy contraídos y las crisis convulsivas mioclónicas, responsables de sacudidas breves y repetidas. Ambas presentaciones se pueden combinar en la misma crisis. La causa más frecuente de convulsiones en los niños es la epilepsia. Los bebés también pueden padecer convulsiones por la aparición repentina de fiebre elevada: son las llamadas convulsiones febriles, que normalmente son inofensivas.
Las convulsiones son síntomas de un problema cerebral. Ocurren por la aparición súbita de una actividad eléctrica anormal en el cerebro. Cuando las personas piensan en convulsiones, suelen imaginarse el cuerpo de una persona que se sacude rápida y descontroladamente. No todas las crisis epilépticas provocan convulsiones. Existen muchos tipos de convulsiones y algunos tienen síntomas leves. Las convulsiones se dividen en dos grupos principales. Las convulsiones focales, también llamadas convulsiones parciales, ocurren en una parte del cerebro. Las convulsiones generalizadas son el resultado de actividades anormales en ambos lados del cerebro.
La mayoría de las convulsiones duran de 30 segundos a 2 minutos y no causan daños duraderos. Sin embargo, si las convulsiones duran más de 5 minutos o si una persona tiene muchas convulsiones y no se despierta entre éstas, se tratará de una urgencia médica. Las convulsiones pueden tener muchas causas. Las personas que tienen convulsiones recurrentes debido a un trastorno cerebral tienen epilepsia.
Algunas veces no se consigue identificar ninguna causa: en este caso hablamos de convulsiones idiopáticas.