Se habla de alergia alimentaria para referirse a una reacción exagerada del sistema inmunológico de ciertos individuos ante las sustancias denominadas alérgenos que, normalmente, son inofensivos para los demás. Siempre se trata de reacciones producidas por un mecanismo inmunológico.
A menudo, se confunden las alergias alimentarias con las intolerancias. La diferencia es que la intolerancia a un alimento no tiene como causa una reacción inmunológica, mientras que la alergia sí. Entre las intolerancias más frecuentes en la actualidad, se encuentra la intolerancia a la lactosa, que provoca diarrea tras ingerir leche. La causa de esta intolerancia es un déficit de una enzima. El número de casos de alergias graves tiene tendencia a aumentar. En Inglaterra, por ejemplo, los choques anafilácticos han aumentado un 700 % en 17 años.
Desde hace unos treinta años, los hábitos alimentarios se han modificado de forma considerable, en parte, debido al consumo de nuevos alimentos. También por las nuevas proteínas cada vez más presentes en nuestros platos que permiten realzar el gusto, modificar el color y la consistencia de los alimentos. Además, se debe a los nuevos modos de preparación y conservación, al éxito de la comida rápida y al desarrollo de la alergia al sésamo (ajonjolí). Otra de las posibles causas es la diversificación demasiado precoz de la alimentación de los bebés.
Los factores que favorecen la aparición de una reacción alérgica alimenticia grave son la presencia de un asma asociado a una alergia alimenticia, los alérgenos culpables en la mayor parte de los casos son cacahuetes, frutos con cáscara, nueces exóticas, leche de cabra y de oveja, huevo, mostaza, especias, caracoles y sésamo. También la ingestión de una aspirina, antiinflamatorios no esteroideos, betabloqueantes (utilizados para tratar problemas del ritmo cardiaco) o de alcohol puede provocar una crisis de asma grave. Otro de los factores descritos es la práctica de un deporte o un esfuerzo después de la comida.
Las manifestaciones provocadas por una alergia alimentaria son numerosas y, por lo general, aparecen después de varios segundos o varias horas tras haber ingerido el alimento responsable. Pueden presentarse manifestaciones moderadas aunque, de manera excepcional, pueden convertirse en graves. En muy pocas ocasiones se produce la aparición de un choque anafiláctico provocado por una alergia alimenticia. Asimismo, pocas personas —adultos y niños incluidos— sufren alergias graves cada año.
La urticaria, localizada generalmente en todo el cuerpo o alrededor de la boca, es una de las manifestaciones más frecuentes. Puede aparecer también un edema de Quincke. El número de muertes provocadas por las alergias alimenticias es muy bajo.
La mayoría de las erupciones cutáneas por alergia dura, aproximadamente, de 1 a 14 días. Algunas desaparecen solas, mientras que otras necesitan tratamiento. Cuando se produce una alergia alimentaria también puede aparecer rinitis o asma. Se aconseja a las personas que ya hayan presentado manifestaciones alérgicas alimenticias esperar 3 horas después de comer para hacer deporte.
Las manifestaciones provocadas por una alergia alimenticia en los bebés pueden ser náuseas, vómitos, diarrea y dolor en la zona izquierda del abdomen. La aparición de dermatitis atópica, urticaria grave, hinchazón de los labios, cólicos, diarreas o reacción alérgica violenta en un bebé puede conducir —tras haber tratado las manifestaciones— a llevar a cabo un chequeo alergológico. La existencia de un historial familiar alérgico justifica aún más este paso.
Hasta los 3 años, la leche de vaca y los huevos son las causas más comunes de alergia. Después de los 3 años, son los cacahuetes y el pescado los que van a la cabeza. En los niños menores de 15 años, 5 alimentos son responsables del 80 % de las manifestaciones alérgicas: huevo, cacahuete, leche de vaca, pescado y mostaza.
Hay que evitar la toma de alimentos que ya hayan provocado un problema de alergia y, de forma general, todos los alimentos fermentados o que hayan estado expuestos a contaminación microbiológica que puedan contener histamina o estimular su producción en el organismo.
Actualmente, más de 150 alimentos están registrados como potencialmente alergénicos y la lista no para de crecer: huevos, leche de vaca, cacahuetes, crustáceos, pescado, trigo, verduras de la familia del puerro (hinojo, perejil, cilantro), soja, frutos con cáscara (almendra, avellana, anacardos, pacana, nueces de Brasil, pistachos, nueces de macadamia y productos a base de estos frutos), mostaza y sésamo, entre otros.
Los aditivos que pueden ser responsables de alergias alimenticias comprenden los colorantes, los conservantes, los aumentadores de sabor, los antioxidantes, los texturantes, las enzimas, los edulcorantes y los aromas.
El consumo de ciertos medicamentos asociados a un alérgeno alimentario puede agravar las manifestaciones de la alergia. Entre esta clase de medicamento, se encuentran la aspirina, los antiinflamatorios no esteroideos prescritos —sobre todo— como analgésicos, los betabloqueantes recetados en el tratamiento de problemas del ritmo cardiaco, la angina de pecho, la hipertensión arterial y los inhibidores de la enzima de conversión prescritos en el tratamiento de la hipertensión arterial.
La asociación de alcohol y ejercicio con el alimento sospechoso puede agravar las manifestaciones de la alergia alimentaria.
En caso de alergias alimentarias, no tomar aspirinas o antiinflamatorios no esteroideos antes de las comidas, sobre todo, en el caso de las personas jóvenes. Para las personas mayores que presentan hipertensión arterial o una patología cardiaca, la prescripción de betabloqueantes y de enzimas de conversión pueden agravar las manifestaciones de la alergia alimenticia. Se necesita del consejo de un alergólogo.
La consulta de un médico alergólogo es indispensable para determinar los alimentos causantes de la alergia. En la mayoría de los casos, la investigación exhaustiva, un diario alimenticio, la práctica de tests cutáneos y un análisis de sangre bastan para identificar el alimento causante de la alergia. A veces, se practican tests cutáneos con el alimento nativo que consisten en practicar una incisión con un fragmento del alimento puesto sobre la piel. En otras ocasiones, es necesario utilizar tests de provocación oral en el hospital. En estos casos, el paciente presuntamente alérgico consume el alimento sospechoso bajo vigilancia médica estricta y con un servicio de reanimación próximo. Los periodos de eliminación y reintroducción de un alimento sospechoso permiten igualmente confirmar un diagnóstico o autorizar la reintroducción del alimento.
La mejor solución consiste, evidentemente, en suprimir todo contacto con el alimento responsable. Esta eliminación es relativamente fácil de poner en marcha cuando el producto se consume poco en la alimentación habitual, pero es más difícil cuando el producto está presente en numerosas preparaciones. El médico alergólogo, tras haber confirmado el diagnóstico, indica los alimentos que se deben evitar y aconseja una dieta alimentaria equilibrada y diversificada. A veces, también se puede pedir consejo a un dietista.
Un alérgico necesita conocer perfectamente todos los ingredientes que contiene el alimento que provoca su alergia. La directiva europea de noviembre de 2005 destaca 12 alimentos que deben estar marcados en todas las etiquetas, incluso si la cantidad es mínima. Entre estos alimentos, están los cereales que contienen gluten (trigo, centeno, espelta, kamut y los productos a base de cereales), crustáceos, huevos, el pescado, cacahuetes, la leche, la soja, frutos con cáscara (almendra, avellana, anacardos, pacanas, nueces de Brasil, pistachos y nueces de macadamia), el puerro, la mostaza y granos de sésamo, así como productos a base de estos alimentos. También se incluye el anhídrido sulfúrico y sulfitos en concentración de más de 10 mg / kg o mg / l expresados en óxido de azufre (SO2). Se han añadido a esta lista 2 productos a finales del año 2006: el altramuz y los moluscos.
Representa el 13 % de las alergias alimenticias de los niños y afecta entre el 2 % y el 3 % de los bebés menores de 2 años de edad. Más de la mitad de los niños que presentan una alergia alimenticia son alérgicos a varios alimentos, como la leche de vaca, los huevos o los cacahuetes. La alergia alimentaria a la leche de vaca se manifiesta, en general, desde los primeros biberones. En 90 % de los casos, desaparece hacia los 3 años de edad, con la condición de haber suprimido de la alimentación del niño el vaso de leche y todos los productos que puedan contener proteínas alergénicas. Alrededor del 18 % de los niños alérgicos a la leche de vaca corren el riesgo de desarrollar otras alergias alimenticias, por ejemplo, asma o rinitis alérgica.
Las proteínas alergénicas se encuentran en la leche fresca o de larga duración, la leche en polvo concentrada, la leche materna (incluso las hipoalergénicas), quesos, yogures, postres lácteos, la mantequilla, cremas, dulces, el puré, la mayonesa, el pan, biscotes y platos precocinados. Existen distintas formas de las proteínas de la leche de vaca, ya sea caseína, caseinata, lactoglobina y lactalbúmina, entre otras.
Los síntomas más frecuentes son los vómitos que aparecen, sobre todo, después de las comidas y las diarreas crónicas acompañadas de heces semilíquidas en los bebés. También pueden manifestarse con dolores abdominales en el niño de más edad con eczema, urticaria o, incluso, asma, edema de Quincke o choque anafiláctico. El 20 % de las hospitalizaciones de los neonatos se deben a alergias a las proteínas de la leche de vaca. Estas manifestaciones no son específicas de la alergia alimenticia y pueden ser causadas por otras enfermedades.
Efectuar un chequeo alergológico completo con un especialista y así confirmar con seguridad la alergia a las proteínas de la leche de vaca y evaluar su grado. Los más utilizados son los tests cutáneos clásicos (reacciones inmediatas por la alergia muy evidentes) y los tests epicutáneos, que destacan la reacción retardada de este tipo de alergia, seguido de una toma de sangre y, a veces, de un test de provocación. Los lleva a cabo un profesional que controla bien el problema de la alergia a las proteínas de la leche de vaca.
Hay que desconfiar de la leche de soja, oveja o cabra que presentan alergias cruzadas con las proteínas de la leche de vaca. El 30 % de los niños alérgicos a la leche de vaca son igualmente alérgicos a las proteínas de la soja, mientras que el 70 % son alérgicos a las proteínas de la leche de cabra. En caso de duda sobre una preparación, es mejor evitar consumirla y contactar con el Servicio de Consumidores del fabricante para conocer la composición exacta del producto.
También se debe comprobar que los champús y las cremas que utiliza el bebé no contienen proteínas de leche de vaca y pedir consejo a un nutriólogo, ya que una dieta sin leche puede provocar una carencia de calcio y de proteínas. Es importante seguir los consejos de un especialista y no escuchar mucho al entorno más cercano, ya que lo que les conviene a los bebés de unos no tiene por qué convenir obligatoriamente a todos los bebés.
La dieta de eliminación está asociada a la prescripción de productos de sustitución. Los hidrolisatos de las proteínas que utilizan alrededor del 90 % de los niños son utilizados durante muchos años como substituto de la leche de vaca. A veces ocurre que estos hidrolisatos provocan alergias. En este caso, una fórmula a base de aminoácidos garantiza una buena seguridad, permite una nutrición eficaz y favorece el crecimiento del bebé. Existen varias fórmulas, pide consejo a tu médico.
En el 90 % de los casos, el niño tolera de nuevo las proteínas de la leche a partir de los 18 meses o más tarde, a los 4 años. Después de un régimen de eliminación y una reevaluación alergológica (tests cutáneos y tomas de sangre), se lleva a cabo una primera tentativa de reintroducción de la leche de vaca, aproximadamente, entre los 10 y 12 años de edad en el hospital, de preferencia. Si no funciona, se pueden realizar nuevas tentativas de reintroducción a los 6 meses. Es difícil prever a qué edad exactamente el niño podrá consumir leche sin presentar reacciones.
La alergia al huevo representa 30 % de las alergias alimenticias del niño. En general, aparece al año de edad y se cura espontáneamente hacia los 4 años de edad en más del 60 % de los casos, con la condición indispensable de haber evitado los huevos. Las manifestaciones provocadas por una alergia al huevo pueden ser aisladas o asociadas y puede manifestarse con dermatitis atópica, urticaria, conjuntivitis, asma, vómitos o dolores abdominales. En algunos casos, se pueden observar choques anafilácticos.
Los alimentos que contienen proteínas de huevo son los huevos en todas las formas de cocción (duro, pasado por agua, tortilla, frito), gratinados, suflés, quiches, mantequilla, salsas, mayonesa (todas las salsas con mayonesa, bearnesas, ajo y perejil), pan de molde, raviolis, pastas de huevo, hojaldre, canelones, pizzas, ñoquis, bocadillos y hamburguesas. También pueden contenerlo ciertas verduras o frutas preparadas con mousse a base de huevos, buñuelos, pasteles, galletas, brioches, helados, dulces, castañas confitadas, caramelos, patatas cocinadas a la dauphine, avellanas, goffres, ensaladas compuestas, patés, morcillas, rellenos, alimentos empanados, croquetas, surimi, pasta con huevo, biscotes, purés, quesos que contienen E-1105 (lisozima), cremas pasteleras, cremas inglesas, islas flotantes y pastas de tartas.
Es importante asegurarse que los productos industriales, platos preparados o la comida del bebé no contienen nada de huevo. Las proteínas del huevo se presentan con nombres diferentes que los alérgicos al huevo deben conocer como la ovalbúmina, la albúmina, la lecitina, la ovoglobulina o la lisozima (E-1105, aditivo que se encuentra en algunos quesos y preparaciones). Ciertos champús pueden contener proteínas de huevo.
Los únicos postres del mercado autorizados son las frutas crudas o cocidas en compota. Utilizar sustitutos del huevo presentados en forma de polvo, que estén fabricados a partir de almidón de maíz y de fécula de patata. Varias empresas venden postres para los alérgicos al huevo. Consulta a un nutriólogo para evitar ciertas carencias alimenticias provocadas por una dieta sin huevo.
Ciertas investigaciones han demostrado que una dieta demasiado estricta puede acarrear carencias alimenticias, provocar un rechazo de ingestión posterior del alimento excluido y podría incluso agravar la evolución de la alergia alimentaria. Hay estudios que han demostrado que un niño alérgico al huevo que toleraba regularmente la absorción de un huevo cocido observaba cómo su alergia desaparecía más rápidamente que con una dieta estricta.
La decisión de una restricción más estricta o más suave solo debe llevarse a cabo por un médico alergólogo que tenga la suficiente experiencia para aconsejar a las personas alérgicas. La presencia de los tests cutáneos positivos a ciertos alimentos o tests sanguíneos, cuando la persona observada no ha presentado anteriormente ninguna reacción alérgica, no debe acabar por excluir los alimentos sospechosos de la alimentación del paciente. No existe ni una actitud ni un tipo único en cuanto a la reintroducción de un alimento. Cada situación y cada niño es diferente. La actitud depende de numerosos factores como la gravedad de las manifestaciones, la dosis de anticuerpos específicos, los tests cutáneos o los tests de provocación. El consejo de un profesional es indispensable.
Las vacunas contra la fiebre amarilla, la gripe o la encefalitis transmitida por garrapata contienen proteínas de huevo. Consulta con tu alergólogo, si eres alérgico a las proteínas del huevo y debes vacunarte. Estas vacunas pueden practicarse en centros especializados según los protocolos definidos por el médico alergólogo. Las vacunas contra la rubéola y las paperas no contienen proteínas de huevo.
El número de personas, niños y adultos afectados por la alergia a los cacahuates aumenta de manera regular. El número de niños alérgicos a los cacahuates se ha multiplicado por dos a lo largo de estos últimos diez años. Hoy en día, es una de las alergias más frecuentes en los niños de más de 3 años. El cacahuete forma parte de las leguminosas (guisantes, habas, soja, garbanzos, altramuces) con las que pueden aparecer alergias cruzadas. El cacahuete, cada vez más utilizado en nuestra alimentación por su valor nutritivo y bajo costo, aparece en la mayor parte de los productos que consumimos a diario. La alergia al cacahuate no tiene tendencia a desaparecer y persiste en la edad adulta. Solo entre el 10 % y 15 % de los niños se curan aproximadamente a la edad de 20 años.
Se deben conocer bien los alimentos que contienen cacahuates para evitarlos cuando uno es alérgico. También deben evitar aceites, margarina y mantequilla de cacahuete, además de algunos salchichones, patés, salchichas, ciertas ensaladas compuestas, quesos con frutos secos, nata de postre, yogur con muesli, productos lácteos (cereales incluidos), pasteles y preparados que mencionen aceites vegetales o grasa sin otra precisión, como las patatas fritas. También el pan fabricado con harina de altramuz y pan especial con cereales, cereales del desayuno y bollería.
Otros alimentos son galletas, pasteles de tipo industrial, tarta de crema de almendras, galletas de aperitivo, barritas de cereales, dulces, chocolates rellenos, pralinés, helados, turrones, rosca de Reyes y tabletas de chocolate con frutos secos. Solo el médico puede autorizar comer estos productos. Asimismo, hay que ser prudente con sopas, cerveza, galletas secas, crackers, hamburguesas, platos preparados, adornos de helado a base de polvo de avellana, almendras y pastas de almendra, entre otros.
Hay que evitar los preparados que mencionan que están compuestas de aceite vegetal sin precisar que se trata de aceite de cacahuete, de oliva o de girasol. Numerosos cosméticos, ciertos champús, medicamentos y comida para peces o pájaros puede contener también cacahuetes. En el restaurante, no dudar en preguntar sobre el aceite utilizado, la composición de los platos y de las salsas, especialmente en los restaurantes exóticos, ya que la mayor parte de los accidentes graves ocurren en estas circunstancias.
También deben evitarse los frutos secos y patatas porque es frecuente la alergia cruzada con los frutos con cáscara. Pueden aparecer alergias cruzadas entre los guisantes, las lentejas, la soja, las habas, las judías y los altramuces. Pregunta al panadero si utiliza harina de altramuz que mejore la consistencia del pan y de los brioches.
La alergia a los cacahuates se puede manifestar a través de rinitis, urticaria, eczema atópico, asma, vómitos, dolores abdominales aislados o asociados. Puede provocar reacciones cutáneas violentas, digestivas, pero también choques anafilácticos. Una persona alérgica al cacahuete debe llevar consigo una tarjeta en la que explique que es alérgico al cacahuete. Una persona que haya presentado manifestaciones graves provocadas por una alergia al cacahuete debe tener al alcance de la mano cortisona y una jeringuilla de adrenalina autoinyectable.
Muchas personas creen sufrir una alergia alimenticia cuando son víctimas de manifestaciones que se parecen a las provocadas por las alergias. Estas pseudoalergias o falsas alergias no están ligadas a la producción de anticuerpos específicos, sino que son provocadas por alimentos histaminoliberadores, ricos en histamina o en tiramina, componentes que generan una reacción inflamatoria, casi como la reacción alérgica típica. Pueden manifestarse con urticaria, eczema o edema de Quincke. El asma o la rinitis aparecen en pocas ocasiones. No se observan reacciones graves de tipo choque anafiláctico.
Son alimentos ricos en histamina las fresas, chocolate en todas sus formas, atún, cerveza, sardina, vino, salmón, sidra, anchoa, licores, arenque, salchichón seco, pescado seco, jamón, pescado ahumado, embutidos envasados, hígado de cerdo, quesos tipo parmesano, camembert, roquefort, emmental y gouda, clara de huevo, cheddar, tomate, guisantes, espinacas, chucrut, judías, lentejas, avellanas, piña, habas, cacahuetes, pomelo, naranja, mandarina, limón, papaya, clementina y mango.
Los embutidos, chocolate, vino tinto, vino blanco, cerveza, quesos gruyère, brie y roquefort, coles, espinacas, aguacate, patata, arenque, caviar y carne de caza.
Los alérgenos alimentarios pueden encontrarse en ciertos platos sin que lo sepan los consumidores. Por ejemplo, se pueden encontrar proteínas de leche de vaca en ciertos salmones reconstituidos, cacahuetes en una pizza, tableta de chocolate, leche en los raviolis o biscotes, almidón de albaricoque en los brioches, mostaza en los potitos de bebés, restos de huevos en los productos a base de surimi o huesos de albaricoque utilizados como sustitutos de las almendras. Una persona alérgica a un alimento, sobre todo aquellos que tienen reacciones graves, deben leer atentamente las etiquetas y saber exactamente lo que contienen los platos preparados en casa de amigos o en restaurantes.
Se recomienda consumir una dieta rica en alimentos que contengan vitamina C y ácido fólico. Siete alimentos son los mas ricos: brócoli, cítricos, coles y berzas, ortiga, bayas de saúco, ajo y cebolla.
Lo primero y ante todo es evitar consumir el alimento que ha provocado la alergia alimentaria. Una medida natural que puede ayudar es incrementar el ácido del estómago mediante el consumo de hidrocloruro de betaína, un suplemento alimentario fácil de conseguir. Además, los plátanos, vitamina C, aceite de ricino, carbón activado (mezclado con agua o una solución de jugo azucarado: se necesitan 60 gramos para que sea un remedio eficaz), jugos de zanahoria y pepino, alimentos ricos en vitamina E (tofu, espinacas, almendras, semillas de girasol, aguacate, camarón, trucha arco iris, aceite de oliva y brócoli), aceite de linaza, ácido pantoténico o vitamina B5 y el limón se utilizan como tratamiento natural de este tipo de alergias. Pueden ayudar también los tratamientos con acupuntura.
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